Corren tiempos convulsos, no cabe duda. Tampoco cabe duda de que en estos tiempos, las nuevas tecnologías han servido de altavoz de todas las opiniones. Mucho se ha hablado de  bulos, postverdades y mentiras. Más allá de eso, lo que ha quedado claro es que las redes sociales han dotado al individuo de medios propios de expresión pública. Cada uno de nosotros tenemos a nuestro alcance herramientas poderosas para hacer llegar nuestros mensajes mucho más lejos.

Conversamos con amigos pero también con personas como nosotros, con nuestros mismos intereses. Hemos ganado capacidad real de influir con nuestras opiniones en los que nos siguen.

Pero estas mismas herramientas también han diluido las fronteras entre lo público y lo privado, entre lo personal y lo profesional. Y es aquí donde las organizaciones temen por su reputación o posicionamiento de marca.

Santiago de Miguel, CEO de People Excellence, explica que “si bien un uso adecuado de las redes sociales puede traer ventajas y beneficios, un uso inadecuado puede impactar negativamente en la imagen de la empresa”. Añade: “Lo que tarda años en construirse, puede perderse en unos segundos a través de las redes sociales”.

Mientras que muchas compañías optan por no pronunciarse, sus empleados salen a las “calles digitales” para manifestar sus opiniones y pensamientos: necesitan expresarse públicamente y lo hacen a través de las herramientas que el siglo XXI nos ha dado.

“Lo que tarda años en construirse, puede perderse en unos segundos a través de las redes sociales”

Ha pasado con el conflicto catalán pero no es un caso aislado. Más allá del contexto actual, siempre existen diferentes issues que pueden no estar en consonancia con el posicionamiento de la empresa (ideologías, opiniones, religión, etc.) pero sí ser expresadas por alguno de sus trabajadores.

“A día de hoy, hay un vacío legal en el uso personal de las redes sociales donde entran en juego el derecho a la intimidad del trabajador, y, sobre todo, el derecho de libertad de expresión, pero también, los derechos que tiene la empresa”, apunta de Miguel.

¿Qué hacer en estos casos? Para empezar, y como acción de prevención, las compañías deben de contar con unas Políticas de participación de empleados en medios sociales. “Debido a la ausencia de normativa clara y específica sobre el asunto, los expertos recomiendan a las empresas tener un protocolo específico de uso de redes sociales, que sirva de guía a los empleados sobre qué comportamientos están o no alineados con la política y los valores de la empresa, siempre que sea proporcionado y no atente contra la libertad de expresión de sus trabajadores”, aclaran desde People Excellence.

Este documento tiene en cuenta el contexto normativo (empresa y sector) y operativo (riesgos y oportunidades) de una organización para establecer una guía de buenas prácticas y de recomendaciones enfocadas al uso responsable de redes sociales por parte de los empleados.

«Debido a la ausencia de normativa clara y específica sobre el asunto, los expertos recomiendan a las empresas tener un protocolo específico de uso de redes sociales»

En ellas se establecen, por ejemplo, la recomendación de indicar que se habla a título personal y no como portavoz de la compañía, la evocación al respeto a la privacidad de los compañeros, proveedores, clientes u otros profesionales con los que se colabore, o tratar con tolerancia la diversidad de opiniones en las redes sociales.

El CEO de People Excellence anota: “El hecho de tener un contrato de trabajo no priva al trabajador de sus derechos fundamentales, pero este contrato también genera una serie de derechos y obligaciones recíprocas entre las partes que han de guiarse por la buena fe. Por ejemplo, los empleados tienen derecho a expresar libremente sus opiniones siempre que ello no atente contra el honor de la empresa, sus superiores, compañeros, clientes u otros grupos de interés”.

A su vez, estas políticas de participación ponen de manifiesto el potencial de los medios sociales para promover la identidad digital y la marca personal, y contribuir positivamente en la reputación de uno mismo en el gran mundo que es Internet.

“El hecho de tener un contrato de trabajo no priva al trabajador de sus derechos fundamentales, pero este contrato también genera una serie de derechos y obligaciones recíprocas entre las partes que han de guiarse por la buena fe»

La responsabilidad del equipo directivo

Esto toma más relevancia para la reputación de una compañía en el caso de los perfiles de portavoces y directivos. Y es que cada vez tienen más peso y protagonismo los perfiles de personas físicas versus a los perfiles oficiales de las empresas.

Así pues, el comportamiento de las personas con algún cargo de responsabilidad repercute directamente al posicionamiento de la empresa y, por ello, deben de estar formados explícitamente en el manejo responsable de los medios sociales. En su caso, su comportamiento en la esfera digital debe de ir en consonancia con los valores, mensajes, creencias e inquietudes de la organización, pero todo ello sin perder de vista la identidad propia y autenticidad que caracterizan a las plataformas de social media.

Santiago de Miguel añade: “Es importante destacar que según un estudio realizado en 2017,  el 82% de las personas creen que el engagement generado por altos ejecutivos en redes sociales demuestra liderazgo y un gran conocimiento de la industria; y, cerca del 80% de los clientes, confiarán más en una empresa cuyo CEO y directivos son activos en estos canales”.

A estas alturas, y después de todo lo expuesto, no cabe duda que el empoderamiento del individuo es una realidad. Cualquier persona que forme parte de una empresa, ocupe la posición que ocupe, puede influir en la reputación y posicionamiento de una marca. Concienciar, y en ocasiones formar, sobre el uso responsable de los medios sociales es una apuesta que dará sus frutos a corto y largo plazo.